Pocos son los hombres que saben la existencia de los orbes,
poderosas armas creadas por los dioses
terminantemente prohibidas para cualquier mortal.

Sin embargo, el aparente equilibrio pactado
entre las divinidades se ve amenazado cuando
vuelve a despertar el ser que fue más poderoso que los dioses.

En un mundo donde han regresado los
tribales rituales de sangre, los dioses se ahogan en su propia sed de poder y
los hombres se dejan engañar por sus propias mentiras,
la muerte resurge como única forma de salvación…

La última Era de los Elementales comienza
esta noche, en la que una joven amnésica despierta de un sueño olvidado para
adentrarse en otro repleto de horrores.

Maldecida por su codicia olvidada, el
lenguaje de la magia parece volverse en su contra.

Sólo los ecos de su pasado
conocen su sino; pero únicamente ella decidirá si lo alcanzará a través del
camino de la sabiduría y la fuerza… o de
la envidia y la demencia.


Ecos del pasado I: La danza del fuego

domingo, 18 de octubre de 2015

¡¡Tras más de un año en silencio, quisiera compartir con todos vosotros el primer capítulo de mi novela, La danza del fuego!!

Cada semana subiré un fragmento del primer capítulo, desvelándoos poco a poco mi historia.

Con esto, empieza la aventura de la saga Ecos del pasado. El primer capítulo es el más corto de la novela fantástica, pero también clave puesto que es el primero, y el que os introduce al mundo de Ecos del pasado. Espero que os guste y os haga querer saber más sobre este universo nuevo, creado desde 0 :)


¡¡Disfrutad de la lectura de Ecos del pasado!!





1. Vacía (1º parte)


Dicen que quien posea el último de los orbes tendrá en sus manos la verdad absoluta; que sabrá entonces la expansión de los mundos, los árboles de cada bosque y cada una de las estrellas en el cielo. Conocerá el nombre de todas las cosas y la razón de la existencia de todo ser. El conocimiento será suyo; solo con pedirlo, lo poseerá. Su poder abarcará desde la noción de las propiedades del eucalipto hasta el dominio de las artes más oscuras. Será el equivalente a un dios.
  Pero también dicen que poseerlo conlleva un precio: tan elevado, que solo las almas desesperadas buscan el orbe. Nadie sabe cuál es dicho precio, y lo prefieren así. 
  Al fin y al cabo, ¿no es la ignorancia la clave de la felicidad?




La luna centellaba débilmente, como si le atemorizase salir, temiendo ser vista. De todas formas gran parte de aquel cielo estaba cubierto de nubes, que dejaban caer una fina cortina de lluvia.
  Sentía gotitas de agua fría sobre la piel. Apenas había salido de su previo estado de inconsciencia; lo justo para percatarse de que se encontraba tendida en la hierba fresca y mojada. Su mirada carecía de expresión, fría y estática como un agujero sin fin. Tenía la impresión de que abría los ojos por primera vez, como si nunca hubieran sentido o visto nada. Tal vez fuera por la lluvia que caía sobre ella, o sencillamente fuera el hecho de que ya nada recordaba; todo en ella estaba vacío. 
  Se incorporó poco a poco sin demasiada prontitud al no tener orientación alguna ni sentido del equilibrio. Un leve mareo la hizo tambalearse ligeramente, por lo que procuró que cada movimiento que realizara fuera lento y sosegado. Al fin de pie, echó un vistazo a su alrededor y observó.
  Se encontraba en medio de una especie de bosque frondoso. Podía respirar el olor a hierba y tierra mojada, y por el verde que asomaba cualquier lado donde mirase, podría decirse que la lluvia era moneda corriente en aquel lugar. 
  Tras un buen vistazo a la negrura que la rodeaba, empezó a andar sin saber bien qué dirección tomar. En el momento en que apoyó un pie sobre el suelo, sintió un ligero pinchazo en la rodilla, obligándose a doblarla con una mueca de disgusto. Sus faldas de color morado oscuro estaban hechas jirones y por el color de la mancha que había sobre la tela se podía hacer una idea de la herida que escondía.
  — ¿Cómo me lo he hecho…? —Su voz era rasposa y ahogada, como si llevara años sin hablar. Tosió varias veces con el fin de aclararse la garganta—. He de continuar, no puedo quedarme aquí sentada…
  Justo cuando reemprendió el camino esforzándose por no cojear, se paró a pensar. 
  « ¿Dónde estoy? ¿Adónde voy? » 
  De repente se dio cuenta que ni lo sabía ni entendía exactamente lo que hacía sola en medio de un bosque. Un frío sudor le recorrió la espalda; tampoco recordaba quién era.
  Alzó la vista hacia el cielo. Las gotas caían cada vez con más fuerza y más frías sobre su cuerpo. Pero lo que le helaba la sangre era la sensación de pérdida absoluta. No sentía nada en su interior. 
  «Me siento… vacía.» 
  Anduvo sin parar durante unos minutos. Se imaginó que alguna salida habría; al fin y al cabo no podía ser infinito aquel bosque. La orientación no era algo que se le diera muy bien. No había sendero alguno que seguir, solo el instinto, que al menos, se dijo a modo de consuelo, era algo que no le fallaría.
  Los minutos —o tal vez horas— pasaban, y sin tener en cuenta el sonido de la lluvia, la quietud era absoluta. Una inquietante brisa le estremeció el cuerpo y una terrible angustia le atravesó la garganta, sintiendo de pronto la urgencia de salir lo antes posible de allí. No le gustaba aquel lugar, todo parecía igual, árboles y más árboles. Se tropezaba de vez en cuando con alguna rama traicionera, y los arbustos más rebeldes le arañaban la piel. 
  Se paró un instante, nerviosa, perdida y confusa. Volvió a mirar al cielo; ya no llovía. Y sin embargo aún sentía gotas resbalar sobre su rostro. Seguían siendo frías como puñales.
  Las lágrimas se deslizaban silenciosas por sus mejillas. Se pasó su sucia manga por el rostro, frotando frenéticamente mientras apretaba con fuerza los dientes. No soportaba aquella situación.
  — ¡Dónde demonios estoy! ¡Estoy harta! —Le temblaba la voz, sintiéndose frágil y vulnerable—. ¡Por favor…! —La desesperación empezaba a adueñarse de ella.
  Le temblaba todo el cuerpo. Quería pensar que era fuerte, pero el desamparo que sentía en su interior le superaba. Aun así, siguió andando. De todas formas estar parada en medio de la nada tampoco era una solución.
  «No —pensó—, no puedo hundirme. No aquí, no ahora. Lograré encontrar la salida, y luego… luego pensaré en el resto.» La joven caminó, decidida por fin a salir de allí de una vez por todas. La luna arrojaba su tenue luz sobre ella mientras la observaba; acompañándola en su desdicha, testigo de sus inquietudes. Al mirar el astro a su vez, inconscientemente dejó de sentirse tan perdida. La luna estaba más fría y vacía aún, y eso a ella le reconfortaba.






¿Interesados en saber un poco más sobre el universo de Ecos del pasado

Pues ya sabéis, a leer y disfrutar :)




3 comentarios :

  1. Un comienzo curioso, intrigante. Presentas a una protagonista perdida, confusa, victima de una amnesia profunda. Es una buena forma de empezar, algo me dice que este primer capítulo estará lleno de sorpresas.

    En cuanto al estilo, me gusta tu manera de expresarte y no he visto ninguna falta, eso ayuda mucho a que la lectura se haga amena para los lectores exigentes. Con tu permiso me gustaría hacerte una pequeña recomendación, mejor dicho, un dato a modo de ayuda. El punto y coma suele utilizarse para marcar un cambio de tema, pienso que podrías cambiar algunos de esos puntos y coma por comas pero la decisión es tuya, la escritora decide :)

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    1. Tienes toda la razón en cuanto al punto y coma. Reconozco que es mi mi punto débil :) Pero tengo que revisar que sea la versión más actualizada, porque por si no lo sabias para evitarte leer entrada por entrada (a ver si cambio el diseño del blog) tengo todo el capítulo 1 puesto aquí: http://danzadelfuegooscuro.blogspot.com.es/2015/11/blog-post.html

      ¡No sabes cuánto me emociona saber que te interesa!

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    2. No pasa nada, Leila :) Todo el mundo tiene unos cuantos puntos débiles, yo sin ir más lejos abuso de las descripciones. Gracias por la información, pero prefiero seguir el orden. De todas formas cuando haya leído el capítulo 1 entero iré a la versión completa y comentaré también.

      ¡Me alegra saber que te emociona!

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