Pocos son los hombres que saben la existencia de los orbes,
poderosas armas creadas por los dioses
terminantemente prohibidas para cualquier mortal.

Sin embargo, el aparente equilibrio pactado
entre las divinidades se ve amenazado cuando
vuelve a despertar el ser que fue más poderoso que los dioses.

En un mundo donde han regresado los
tribales rituales de sangre, los dioses se ahogan en su propia sed de poder y
los hombres se dejan engañar por sus propias mentiras,
la muerte resurge como única forma de salvación…

La última Era de los Elementales comienza
esta noche, en la que una joven amnésica despierta de un sueño olvidado para
adentrarse en otro repleto de horrores.

Maldecida por su codicia olvidada, el
lenguaje de la magia parece volverse en su contra.

Sólo los ecos de su pasado
conocen su sino; pero únicamente ella decidirá si lo alcanzará a través del
camino de la sabiduría y la fuerza… o de
la envidia y la demencia.


Ecos del pasado I: La danza del fuego

lunes, 28 de diciembre de 2015

Sigue la historia: en los ojos de la inocencia.

¡Nuevo personaje!


Al fin conocemos a Miriadden, el componente dulce de la novela... ¿qué sorpresas nos deparará? 
Seguimos con Ecos del pasado, la nueva saga fantástica de la autora Leila Bentahar Palate :)


«Preserva tu inocencia todo lo que puedas, 
pues al final, siempre se acaba 
perdiendo...»









2. La furia de un dios (4º parte)


Los habitantes de Lon’thara habían jurado sumisión y adoración a Drian el pacificador. Alzaron templos en los cuales oficiaban oraciones en su honor, buscando su bendición y simpatía. De todos los Elementales, era conocido por ser el más benévolo y cercano a los humanos, aunque pocos tenían el privilegio de poder siquiera verlo en la distancia. Sin embargo, aunque todos los hombres le eran leales, solo unos pocos gozaban del don de la magia. El porqué era un misterio para los hombres, pues no veían cuál era el factor determinante que decidía quién sí o quién no tendría derecho a la rama acuática. Por ello era todo un honor poder formar parte de la prestigiosa Academia del Coral, donde se formaban los futuros magos. 
  Miriadden en la actualidad se encontraba en su tercer año de estudios, y aunque a veces era algo torpe e ingenua, su esfuerzo y determinación demostraban que podía ser igual de buena que el resto de sus compañeros. A sus veintitrés años, Miriadden era una fuente de vitalidad y optimismo, de alegría y esperanza. Sin embargo, a veces demasiada simpatía despertaba el oportunismo de terceros, que se aprovechaban de su carácter afable y generoso, y la convertían en el objeto de burlas y manipulaciones. 
  Ella sin embargo no era consciente de la posición que tenía ante terceros, y siempre le agradaba poder ayudar sin pedir nada a cambio. En los pasillos de la Academia era conocida como la «solícita», aunque ella lo ignoraba totalmente; era demasiado inocente como para siquiera pensar que sus adorables compañeros pudieran mofarse de ella.
  Aunque se esforzara al máximo, no superaba jamás la media general, siguiendo más bien una tendencia negativa. Aun así, por ahora había logrado superar las pruebas que le imponían año tras año —aunque a su ritmo—, haciéndola sentirse orgullosa de sí misma. Además de tener que pagar la matrícula para poder entrar en la Academia del Coral, se tenía que poseer el don de la magia. Ella tenía la suerte de ser una de esas personas, ya que al contrario de lo que se podía pensar, pocas eran. De los cinco mil habitantes de Lon’thara, los estudiantes de la Academia del Coral —la única academia de la ciudad, pues no se estudiaba ningún otro tipo de rama arcana— apenas alcanzaban la cifra de trescientos. Y de estos, la mayoría se limitaban a un nivel bastante mediocre. Miriadden temía ser una de ellos. Aun así, nunca se dejaba abatir o desanimar por nada. Así era ella.
  Sus padres habían fallecido años atrás, cuando todavía era menor de edad. Tratando de evitar el orfanato o tener que desposarse con algún señor de intenciones perversas, decidió irse a vivir a casa de su vecina, una mujer ya de edad madura que pasó a ser su tutora hasta que alcanzara la edad adulta.
  Permitió que Miriadden viviese con ella no por amor, sino por un buen pago mensual que le exigía, además de ocuparse de las tareas del menaje y del hogar. Miriadden cumplió con todo ello sin rechistar, acumulando el dinero necesario gracias a un trabajo en la posada que se encontraba al sur de la ciudad, obteniendo dinero suficiente si trabajaba hasta las altas horas de la noche. 
  Cuando años después cumplió sus diecinueve años por fin pudo inscribirse en la tan anhelada Academia del Coral. Consiguió pagar la matrícula con la herencia que sus padres le habían dejado; no había gastado una sola moneda con el fin de ahorrarlo todo para aquel momento. Su trabajo en la posada aún continuaba, pues todo en la vida tenía un precio, y para poder permanecer en la Academia, tenía que pagar, y temía que la herencia no fuera suficiente. Si bien cuando vivía con sus padres tuvo una vida holgada y heredó un buen trozo, ahora los años pasaban y con ellos sus necesidades y gastos correspondientes, que desgraciadamente no podían ser cubiertos siempre únicamente con su escaso salario. Sabía que tenía lo justo para terminar los estudios de la Academia dentro de un par de años a lo sumo, lo que se traducía en un excelente trabajo y rendimiento, y temía no alcanzar tal exigencia. 
  Para Miriadden la vida le ofrecía una oportunidad gracias a la magia, e iba a hacer todo lo posible para alcanzar su meta. Su madre había sido en el pasado capitana de su propio barco, surcando los mares con la cabeza bien alta. Miriadden siempre la había idolatrado y admirado, y aquellos sentimientos crecieron en ella cada vez que oía sus relatos repletos de aventuras y tesoros. Cuando era algo más joven había soñado con llevar una vida así; solo hacía treinta y dos años que las mujeres tenían permitido tener un puesto de responsabilidad en los navíos en Lon’thara. Todavía quedaban muchas cosas por cambiar para que la mujer pudiera aspirar a lo mismo que el hombre. Muchas cosas y mucho tiempo.






El relato se corta a la mitad, pero no os preocupéis, pues pronto estará la continuación de la historia de Ecos del pasado. Espero que sigáis igual de animados.


¡Un saludo desde Lon'thara!



3 comentarios :

  1. Me gusta Miriadden, es un personaje femenino carismático, fuerte, toda una luchadora. Esta escena ha sido muy explicativa, he echado en falta algo de diálogo pero no por ello no me ha gustado. Me ha recordado un poco a ti, me pareció curioso que tenga la misma edad que tú (aunque esa ha sido la única coincidencia, no te conozco lo suficiente para ver un posible parecido mayor a ese :p). Con Miriadden, ya van 5 personajes con importancia en la historia y algo me dice que no será la última :)

    El hecho de que el elemental del agua, Drian el purificador, tenga su propia academia consagrada a él me hace pensar que el resto de elementales también tienen academias de sus respectivos elementos. La lectura me dirá si llevo razón o no :)

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    1. Curiosamente, a Miriadden yo la interpreto como alguien muy inocente —tal vez se ve mejor en adelante— y la verdad no me gustaría mucho parecerme a ella jaja Pero en base a los rasgos que has mencionado, sí que me gusta.

      Y bueno, cada Elemental tiene su .. estructura en el mundo mortal, pero eso ya lo irás descubriendo!

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    2. Tranquila que da esa imagen. Miriadden parece un personaje muy inocente, incluso reservada y tímida, hasta el extremo de incluso parecer miedosa. Espero una evolución interesante del personaje :) Respecto a los elementales solo puedo decir... ganas de leer aumentando :D

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