Pocos son los hombres que saben la existencia de los orbes,
poderosas armas creadas por los dioses
terminantemente prohibidas para cualquier mortal.

Sin embargo, el aparente equilibrio pactado
entre las divinidades se ve amenazado cuando
vuelve a despertar el ser que fue más poderoso que los dioses.

En un mundo donde han regresado los
tribales rituales de sangre, los dioses se ahogan en su propia sed de poder y
los hombres se dejan engañar por sus propias mentiras,
la muerte resurge como única forma de salvación…

La última Era de los Elementales comienza
esta noche, en la que una joven amnésica despierta de un sueño olvidado para
adentrarse en otro repleto de horrores.

Maldecida por su codicia olvidada, el
lenguaje de la magia parece volverse en su contra.

Sólo los ecos de su pasado
conocen su sino; pero únicamente ella decidirá si lo alcanzará a través del
camino de la sabiduría y la fuerza… o de
la envidia y la demencia.


Ecos del pasado I: La danza del fuego

miércoles, 20 de enero de 2016

Los ecos de los lejanos recuerdos

La discreción de un mayordomo



Tal vez no sea Sebastian de la serie japonesa Kuroshitsuji, o el fiel servidor Alfred de Batman, pero Zífano sabe ingeniárselas sin problemas. 
  Veterano en el servicio, la familia Vermonth jamás había conocido una lealtad como la de aquél mayordomo...

Y más se requerirá de él en la situación en la que la familia se encuentra, con la desaparición de la hija mayor... ¿estará a la altura nuestro querido «butler»? 


«No pudo evitar sonreír con melancolía 
debido a los recuerdos de años atrás, 
que ahora se limitaban a ser un eco 
que cada vez se oía menos».







2. La furia de un dios (6º parte)



Lo que más se aprecia en un mayordomo es su discreción y desempeñar sus tareas sin importunar o hacerse notar. Como una sombra disimulada en cada instancia, trabajando silenciosa. Zífano era famoso por su sigilo y eficiencia, pues desde ya a una edad temprana había aprendido de los mejores. Con su elegante porte e indumentaria irreprochable, con su manía de reajustar el cuello de su camisa y las mangas de su elegante traje de mayordomo.
  Con sus cincuenta y siete años Zífano se sentía en forma a pesar de todos los duros años de servicio que le marcaban numerosas arrugas en la frente. Su pelo castaño se tornó gris desde hacía mucho tiempo y los dolores de espalda le aquejaban con mayor frecuencia. Se estaba haciendo ya algo mayor. Su sonrisa era a menudo melancólica por los lejanos recuerdos que con el paso de los años se limitaban a ser un eco que cada vez se oía menos. Sabía que pronto perdería muchas más cosas, imágenes y sonidos que iban borrándose de su memoria, difuminándose en la tela oscura del olvido.
  Pero aquello por ahora no afectaba en ningún modo su noble oficio, por lo que no le daba mucha más importancia. Hacía ya más de cuatro décadas que trabajaba al servicio de los Vermonth fielmente.
  Conocía todas las grietas y resquicios de la mansión, cada esquina de la casa. Fue testigo de sus victorias y sus derrotas, su orgullo y deshonra, su felicidad y dolor. Personas que llegaban, otras que se iban; algunas para un tiempo y otras para siempre; caras alegres, afligidas o furiosas; gritos, risas, llantos o suspiros; vida, amor, rencor o muerte.
  Zífano conocía cada detalle de aquella familia, pero a quien mejor conocía era al amo al que servía: Itgard Vermonth. Curiosamente tenían la misma edad, aunque en apariencia nadie lo creería; mientras que Zífano tenía más o menos el aspecto de un hombre maduro adentrándose poco a poco en la senectud, Itgard estaba mucho más desgastado: su pelo era canoso, fino y delicado; las arrugas eran profundas en las comisuras de los labios, los ojos y la frente; las manos grandes pero viejas, arrugadas y callosas a causa del abuso de la magia sobre su cuerpo. Sin embargo, aunque no distaba mucho de un anciano, Itgard era de mente fuerte y saludable, y la espalda bien firme. Ser un Gran Arcano tenía sus ventajas, pues algunos conocimientos avanzados de magia otorgaban cierta longevidad, cosa que por supuesto no había desaprovechado.
  Todas las mañanas, Zífano tenía que llevarle sus dos piezas de fruta y un plato de galletas con miel, junto con un vaso de leche fría a su despacho, pues el amo tenía costumbre de desayunar en soledad, ajeno a los ruidos del trajín de todas las mañanas. Aquel día no iba a ser diferente, por lo que se apresuró a llevarle la bandeja preparada subiendo las escaleras de una en una; ya no se sentía con fuerzas ni destreza para hacerlo de dos en dos como antaño hacía.
  Dio dos golpes secos a la puerta como de costumbre, sin esperar respuesta alguna, pues Itgard sabía que a esa hora siempre venía a traerle el desayuno. Abrió la puerta con la mano derecha, y entró ceremonioso al despacho; estaba vacío.
  Sorprendido, dejó la bandeja encima de la mesita que había junto a la puerta, y miró por toda la sala por si se le había antojado esconderse tras las estanterías. Al acercarse al escritorio, vio una hoja de papel en la cual explicaba su ausencia: tenía reunión, no decía con quién. Algo le decía que estaría relacionado con su hija, pues en las últimas semanas Itgard estaba nervioso y se alteraba fácilmente. Estaba perdiendo la esperanza de volver a verla.
  Decidió que aquello a él no le concernía, por lo que dejó de hacerse preguntas, dejó la nota en su sitio y se llevó la bandeja de vuelta a las cocinas


3 comentarios :

  1. Me ha sorprendido la referencia a Sebastian, no sabía que te gustaba el anime :) La verdad es que yo también tengo un personaje mayordomo, al mío lo llame Sebastian :p Me ha gustado mucho como has descrito a Zífano, lo has descrito como una persona leal y devota, pero no con la lealtad propia de un perro por su amo sino la clase de lealtad de un gran amigo. Tengo grandes expectativas sobre este personaje, los mayordomos son personajes que merecen respeto siempre :) Por lo demás creo intuir que la reunión de Itgard podría tener que ver con la desaparición de su hija mayor, Silianna

    Te señaló unas pocas cosas que he visto:
    - Hay partes en la narración en las que pones ; y lo que habría que poner sería :, son estas: "Zífano conocía cada detalle de aquella familia, pero a quien mejor conocía era al amo al que servía; Itgard Vermonth" y "Al acercarse al escritorio, vio una hoja de papel en la cual explicaba su ausencia; tenía reunión, no decía con quién"
    - Otro recurso del que usas mucho es de poner , justo antes de una y. La y solo se debería separar por una , en contadas ocasiones, dependiendo del énfasis de la frase.
    - En la frase introductoria al capítulo (la que está sobre la foto en letras naranjas) marcas bien la separación, pero en el fragmento falta la ,.

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    1. Como he dicho en otras entradas, tomo nota de todo esto y lo miraré ;) Me encanta el esfuerzo que le pones a esto de darme tus recomendaciones, ¡mil gracias!

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    2. Se reconocer un diamante en bruto cuando lo veo ;) Soy corrector, Leila, lo llevo en la sangre. Tengo letras en las venas y las sirvo tanto para escribir como para ayudar a otros, ¡un placer ayudarte!

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