Pocos son los hombres que saben la existencia de los orbes,
poderosas armas creadas por los dioses
terminantemente prohibidas para cualquier mortal.

Sin embargo, el aparente equilibrio pactado
entre las divinidades se ve amenazado cuando
vuelve a despertar el ser que fue más poderoso que los dioses.

En un mundo donde han regresado los
tribales rituales de sangre, los dioses se ahogan en su propia sed de poder y
los hombres se dejan engañar por sus propias mentiras,
la muerte resurge como única forma de salvación…

La última Era de los Elementales comienza
esta noche, en la que una joven amnésica despierta de un sueño olvidado para
adentrarse en otro repleto de horrores.

Maldecida por su codicia olvidada, el
lenguaje de la magia parece volverse en su contra.

Sólo los ecos de su pasado
conocen su sino; pero únicamente ella decidirá si lo alcanzará a través del
camino de la sabiduría y la fuerza… o de
la envidia y la demencia.


Ecos del pasado I: La danza del fuego

martes, 5 de enero de 2016

El deseo en el anhelo

¿Por qué siempre queremos lo que no tenemos?


Siguiendo con la introducción de Miriadden, poco a poco vamos estableciendo relaciones entre los personajes de Lon'thara...

Ya aquí se empieza a hablar de personajes fuera de Lon'thara, y en el tercer capítulo gran parte de éste transcurre en otros lugares, por lo que os recomiendo echarle un vistazo al mapa que subí en su día.


Y sin más preámbulos, ¡disfrutad de la lectura!


«Y cada vez que me mira, una punzada de dolor
me atraviesa el cuerpo, como una daga».








2. La furia de un dios (5º parte)


Aquella mañana de otoño Miriadden caminaba apresurada a su clase de estrategia naval que empezaba en unos minutos. Por nada del mundo podía permitirse llegar tarde, pues ya iba a ser la tercera vez en aquel mes, y el maestro ya le había llamado la atención la vez anterior. 
  Pero en realidad, lo que le importaba no era lo que pudiera decirle el maestro, sino que quería llegar lo antes posible para poder ver al objeto de sus fantasías esos últimos meses: Derek Vermonth. La única clase que tenían en común era aquella, lo que quería decir que solo podía verlo dos veces a la semana, por lo que no podía dejar escapar la ocasión. Además la semana anterior él no había aparecido y necesitaba saber si hoy estaba allí. La verdad es que nunca habían hablado ni cruzado miradas siquiera una vez, y seguramente no supiera ni cómo se llamaba. 
  Como era de naturaleza positiva nunca se rendía, pero ella era muy tímida y él parecía taciturno y solitario. No tenía amigos ni parecía que le interesara, como si no tuviera intención de quedarse mucho allí y fuera una pérdida de tiempo crear vínculos con quien fuera. Aquel chico era todo un misterio para Miriadden, y eso le producía fascinación.
  Llegó al aula sofocada a causa de la carrera, y su túnica color azul marino se le pegaba al cuerpo a causa del sudor que se deslizaba por su pecho y la espalda. Su túnica tenía unas cuantas manchas de salsa que habían caído sobre ella en la comida del día anterior debido a su habitual torpeza. Le causó gran desasosiego al ser una de las prendas más bonitas que tenía, con unos símbolos arcanos de hilo dorado cosidos al cuello de la tela. Sus zapatos le apretaban los pies, pero debía aguantarse y llevar la indumentaria. Al menos el color de la túnica aquel año le favorecía más, pues cada curso se correspondía con un tono. El año anterior fue el amarillo.
  No pudo evitar mirar frenéticamente a todos los lados en busca de aquellos hermosos ojos argénteos que siempre miraban hacia algún punto invisible en el espacio. Aquellos ojos que nunca la miraban a ella. 
  El corazón le dio un vuelco cuando vio en la tercera fila una cabeza con pelo de color cobrizo oscuro de espaldas a ella. No vio su cara pero no lo necesitaba, sabía que era él; lo reconocería en cualquier sitio.
  Miriadden intentó localizar un sitio lo más cerca posible de él, y a pesar de que hubiese llegado muy justo, no tuvo muchos problemas para encontrar uno. Sabía que su carácter agrio no era la única razón de su soledad, pues era conocida su condición de hijo ilegítimo. 
  Como no quería ser demasiado descarada, decidió sentarse a tres sillas de distancia de donde se encontraba él aun teniendo el espacio intermedio libre. No pudo evitar mirarle, al igual que tampoco pudo evitar sonrojarse. Se peinó con disimulo el cabello oscuro para que no se le notara recreando una cortina de pelo para taparse. Tenía la túnica tan arrugada que alisar los pliegues era inútil. El corazón seguía igual de desbocado que cuando corrió unos minutos antes por las calles. 
  Se volvió hacia el maestro aparentando interés en sus lecciones, pero ella solo oía el martilleo de la sangre recorriendo todo su cuerpo, de pies a cabeza.




3 comentarios :

  1. Cuando termine de leer la parte anterior imagine que continuarías la historia de Miriadden, me pareció raro que la cortaras en ese punto (supongo que ambas partes son de la misma escena). Me ha sorprendido que Miriadden sienta atracción por Derek, al parecer está hecho un rompe corazones xD Tengo interés por ver como sigue, a ver si Derek tiene un poco de taco :p

    Lo único que he visto en esta parte para corregir, más bien añadir, es esta parte: "Se volvió hacia el maestro aparentando interés en las explicaciones sobre las diferentes técnicas a adoptar en un combate en función de si se encontraba en mar abierto o en el litoral; pero ella solo oía el martilleo de la sangre recorriendo todo su cuerpo, de pies a cabeza". Detrás de "maestro" pon , es lo adecuado para cerrar la frase.

    Con cada parte se nota una mejoría en tu estilo de escritura. Enhorabuena, Leila :)

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    1. Tienes toda la razón, era una frase larga y tediosa xd la he quitado, ¡gracias por la observación!
      Y si, Derek es de los que atrae sin quererlo :p

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    2. ¡Maldito y sensual Derek xD! ¿¡CÓMO QUE LA HAS QUITADO!? Si yo lo único que quería era que pusieras una coma D: ¡He matado esa escena TT!

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