Pocos son los hombres que saben la existencia de los orbes,
poderosas armas creadas por los dioses
terminantemente prohibidas para cualquier mortal.

Sin embargo, el aparente equilibrio pactado
entre las divinidades se ve amenazado cuando
vuelve a despertar el ser que fue más poderoso que los dioses.

En un mundo donde han regresado los
tribales rituales de sangre, los dioses se ahogan en su propia sed de poder y
los hombres se dejan engañar por sus propias mentiras,
la muerte resurge como única forma de salvación…

La última Era de los Elementales comienza
esta noche, en la que una joven amnésica despierta de un sueño olvidado para
adentrarse en otro repleto de horrores.

Maldecida por su codicia olvidada, el
lenguaje de la magia parece volverse en su contra.

Sólo los ecos de su pasado
conocen su sino; pero únicamente ella decidirá si lo alcanzará a través del
camino de la sabiduría y la fuerza… o de
la envidia y la demencia.


Ecos del pasado I: La danza del fuego

viernes, 18 de marzo de 2016

Dorian Vermonth el poeta


¿Cuánto estarías dispuesto a dar por tu familia?



¡Buenas tardes a todos! Con esta entrada da comienzo al capítulo 3 de Ecos del pasado, la novela fantástica del momento. 

Poco a poco voy introduciendo a nuevos personajes, siendo aquí la familia Vermonth un pilar importante de la historia. Ya todos conocemos al taciturno y solitario Derek y al encantador Dultas, pero la familia no se queda ahí...

Así, os deseo a todos un feliz comienzo de Semana Santa, ¡y espero disfrutéis de la historia de Ecos del pasado!




3. El amor de un hermano

(1º parte)



Si había algo que Dorian aborrecía era que trataran con su caballo sin su permiso, pues podía ponerse nervioso, dar coces al azar o provocar accidentes, y ya le cansaba tener que excusar la actitud de su fiel compañero. Había necesitado mucho tiempo para ganar su confianza y tener un cierto control sobre él, y aun así no siempre se dejaba hacer, mereciéndose por ello el nombre de Tormenta. Era un animal muy rebelde y de carácter difícil. Ahora se sentía algo culpable por haber echado una reprimenda a aquel criado, pero aunque solo fuera un niño, debía conocer las normas. La primera, no acercarse a su caballo y aún menos tocarlo.
  Como ya había bajado a las cuadras decidió aprovechar la ocasión y cabalgar por la costa. Normalmente cuando lo hacía le acompañaba su primo Dultas con el que tenía una relación estrecha y pasaban el tiempo con conversaciones sobre todo y nada, conspirando juntos para atraer a las féminas que paseaban, sin mayor dificultad que sonreírlas con encanto, pues los dos habían sido bendecidos por los dioses con su aspecto; Dultas era atractivo, pero Dorian era realmente bello, hasta tal punto de dejar a más de una anonadada. Sabedores del efecto que provocaban en las mujeres, aprovechaban la situación llevándoselas a la cama sin dar nada a cambio cada vez que tenían ocasión. Aquella actitud infantil y egocéntrica desagradaba a Silianna. Y aunque los dos habían aprendido a hacerle oídos sordos, Dorian sabía que le incomodaba a su primo las reprimendas de Silianna, pues desde siempre se había sentido atraída por ella, y aunque Dultas jamás reconociera sus sentimientos, Dorian supo verlo en sus ojos. Habían sido desde la infancia compañeros de juergas, amigos de confianza, y habían aprendido a conocerse de memoria el uno al otro. 
  Pero esa tarde Dorian prefería estar a solas con sus pensamientos. Llegó a la costa y desmontó del caballo para sentarse descalzo en la arena mojada. Se quitó la capa azul marina de la espalda y se concentró en el vaivén de las olas. No tuvo que esforzarse demasiado para conseguir moverlas a su voluntad. Siempre le entretenía aquella danza, en la cual a través de la magia creaba a partir del agua criaturas salvajes que nadaban impetuosas sobre las indomables olas y volando por los aires en movimientos circulares, ascendiendo cada vez más alto hasta alcanzar el cielo. Cuando consiguió alzar aquel pájaro de agua a una distancia considerable, lo hizo casi enseguida descender vertiginosamente en picado, rompiéndose en múltiples gotas frías al volver a fundirse en el embravecido mar. Después dibujaba, inspirado por su baile, los trazos del agua. 
  A Dorian le gustaba la poesía aunque no lo confesara a nadie, pues como vástago de Itgard Vermonth su destino era ser caballero. No podía apartarse de aquel camino, y la poesía era algo inconcebible para su padre. Un hombre de guerra no podía perder el tiempo en fantasías absurdas e inútiles, sino centrarse únicamente en el combate para luchar con bravura. La tradición de los Vermonth siempre había sido la misma generación tras generación; mientras que el primero representaba a la familia en asuntos diplomáticos y políticos, el segundo juraba protegerla con su espada. Silianna había sido la primera, y a pesar de ser mujer demostraba unas habilidades para el liderazgo que muy pocos podían presumir tener. Como persona excepcional que era, Itgard no pudo ignorarlo y decidió que ella sería la futura cabeza de familia y Dorian sería el caballero que defendería su honor, sin lugar a discusión.
  Su tío, el padre de Dultas, tuvo que desempeñar la misma función y renunciar a una vida plácida. En cuanto partió hacia las tierras del sur fue cuestión de tiempo que acabara cayendo en manos de la muerte. Había luchado con valentía y honor, se dijo, y aunque sonara muy bien, su sacrificio tendía a carecer de sentido actualmente. 
  La era de los caballeros había terminado para dejar paso al de la magia. Dorian tuvo la suerte de nacer con el don de la magia al contrario que su primo, quien aunque nunca había demostrado queja alguna, sabía que le acomplejaba tal carencia. Durante toda su adolescencia había tenido a los mejores instructores de magia y combate, aunque en esta última disciplina dejaba mucho que desear; no era un secreto que sus gustos se inclinaban más por el arte literario.
  Y aunque para muchas otras cosas era el ejemplo a seguir, Dorian sabía que su padre no lo reconocería jamás como tal. No; para Itgard, su hijo no era más que un amateur de poesía que perdía el tiempo con asuntos de faldas. 
  Aun así, aunque no fuera el mejor caballero de la ciudad y aún menos de la nación, era un hombre que sabía defenderse a través de las artes mágicas. Como hijo de uno de los Grandes Arcanos, debido a sus responsabilidades y notoriedad a veces le pesaba tener que estar siempre analizando las consecuencias de sus actos. Cada gesto, cada pensamiento, cada palabra dicha era fríamente estudiada con el objeto de crear todo un símbolo en su persona; el protector de la ciudad. 
  Todo una farsa. Y aunque en una cierta época quiso hacer un esfuerzo para que su padre le dedicara una sola mirada de aprobación, al ver que su padre se había dejado de interesar por él, como por todos los demás —salvo tal vez por Silianna—, dejó aquella mascarada.
  Su estado de ánimo pesaba como una losa. Ya hacía tres meses que su hermana Silianna había partido, y tras varios días en la costa reflexionando, Dorian lo había decidido: iba a partir en su búsqueda con o sin la aprobación de su padre. Y era el momento de ir a contárselo.
  Volvió a montar en su caballo y yendo al trote llegó rápidamente a la mansión de los Vermonth. Siempre pensó que aquel lugar era demasiado extravagante con sus tres edificios principales, siete jardines que los rodeaban, sus enormes caballerizas donde se dejaban los carruajes y los caballos, sus inmensas salas de baile, las infinitas estanterías repletas de libros en la biblioteca central, las numerosas habitaciones de las cuales apenas se ocupaban una parte… Todo era demasiado grande, dando la sensación de que estaba vacía. Al final todo giraba en torno a las apariencias y la grandeza. 
  Subía las anchas escaleras de mármol blanco exteriores para alcanzar la entrada principal cuando coincidió con sus dos hermanos gemelos Rellian y Briggan. Los dos tenían el pelo dorado como el trigo a diferencia de la mayoría de los Vermonth, y unos enormes ojos redondos de color azul; en eso sí que coincidían con el resto de la familia. Eran de la misma altura, y vestían con jubones de cuero marrón a menudo, pues les gustaba aquel estilo clásico. Lo único que les diferenciaba era que el primero tenía un lunar justo encima del ojo izquierdo y una mirada más melancólica. 
  En carácter sin embargo distaban mucho el uno del otro, lo que facilitaba distinguirles. Mientras que Rellian era tranquilo y discreto siempre con la nariz hundida en algún libro, Briggan era de los que preferían la fiesta y al parecer en los últimos meses se daba a la bebida en demasía.
  Rellian saludó a Dorian con la mano desde arriba en las escaleras.
  —Hola, hermano, justo apareces en el momento oportuno, pues te buscábamos. Padre nos ha pedido ir a verle ahora mismo.
  —Buenas tardes, Rellian, y a ti también, Briggan. ¿Os ha dicho para qué quería vernos?
  —No, solo que fuéramos ya.
  —Vamos pues.
  Dorian los alcanzó subiendo las escaleras mientras Briggan lo miraba con una extraña sonrisa en la cara.
  — ¿Qué tal hoy el mar?
  — Inquieto.
  Los tres se presentaron ante la puerta del despacho de su padre, y Briggan golpeó la puerta. Se oyó una voz provenir del interior que les invitaba a pasar. Entraron. 
  Dorian no pudo evitar alzar las cejas sorprendido; su padre parecía haber envejecido años desde la última vez que le había visto tres días atrás. Desde hacía ya dos meses parecía desgastarse a ojos vista: sus mejillas habían perdido color, las arrugas se habían multiplicado y sus ojos estaban hundidos en su terna piel. La desaparición de Silianna le afectaba más de lo que jamás admitiría. Aunque le indignara, no podía evitarlo, sentía envidia por su hermana desparecida; parecía ser la única que provocaba tales sentimientos en él. Se preguntó si su padre hubiese tenido el mismo aspecto decaído de ser él quien hubiese desaparecido.
  — ¿Querías vernos, padre? —Briggan siempre había sido el impaciente de la familia y quería irse lo antes posible para seguir con sus actividades. Solía salir de caza disfrutando de la adrenalina al abatir sus presas. Aunque a Rellian no le gustaba mucho aquello, se lo toleraba con la condición de que muriesen con rapidez. Odiaba hacer sufrir a los animales.
  —En efecto. —Incluso con aquel aspecto lograba intimidar a sus tres hijos con su simple presencia. Su timbre de voz era autoritario y grave, aunque algo ronco—. Tengo algo importante que anunciaros. El dios de los mares me ha hablado, y os he elegido para la misión que me ha encomendado. —Miró uno a uno—. Hay ciertas desavenencias con los líderes de los Hielos de Mundras. Iré allí a parlamentar para… buscar una solución. Pero de no salir como está previsto, tendréis que actuar. Puede que se acerque una guerra, y como hijos míos deberéis estar preparados para ella. Se acabaron las juergas, los libros de filosofía y la poesía. Fuisteis entrenados de jóvenes, pero el tiempo os ha hecho ociosos y perezosos. Tendréis que volver a servir con la espada, para que cuando llegue el indeseable momento zarpéis hacia el continente Plateado y cumpláis con vuestro deber. Ahora no entendéis nada ni sabéis la cuestión de fondo de la situación. Ni lo sabréis, pues el objetivo es mantener lo desconocido en las sombras. Pero debéis creerme cuando os digo que lo hago por el bien de todos. 
  Ninguno de los tres podía dar crédito a lo que oían. Su padre había perdido la cabeza.



¿Que dirán los tres hermanos Vermonth? ¿Aceptarán las órdenes de su padre, o más bien le desobedecerán? 
Y Dorian, podrá partir en busca de su hermana tras la nueva noticia? 

Esto y más, ¡en el próximo capítulo de Ecos del pasado!


¡Un abrazo desde Lon'thara!

4 comentarios :

  1. Simplemente wow, esperaba un personaje nuevo pero mira por donde has vuelto a sorprenderme no con dos, sino con tres. Desde luego la familia Vermonth es numerosa, sino me fallan las cuentas ahora mismo son 6 miembros de la familia Vermonth sin contar a la fallecida esposa de Itgard y a los 3 miembros del servicio. Me gusta como caracterizas a los personajes y, aunque en este capítulo el protagonismo lo ha tenido Dorian, has caracterizado en pocas líneas a los gémelos Rellian y Briggan, iguales en aspecto pero diferentes en todo lo demás, como una antítesis el uno del otro.

    El capítulo 3 empieza fuerte desde luego, tengo muchas ganas de ver como seguirá. Mis felicitaciones una vez más, Leila :)

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    1. ¡Sí! La familia Vermonth tiene un gran peso en la historia, y aunque no es hasta el segundo libro que aparecen otras familias nobles, ¡en este libro darán mucho de que hablar!

      Y todos desempeñarán un papel, más o menos importante, pero memorable

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  2. Me gustan los gemelos, aunque espero poder conocer mas a Dorian. Aunque me moria por saber mas de Derek o Mariadne!! o de los dos! Pero bueno, espero pronto que publiques sobre ellos. Gracias por este pedacito.

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    1. Tranquila, pronto habrá más sobre Miriadden y Derek :) Pero por ahora el capítulo se centrará en Dorian, y en algunos de los Elementales... ¡y nuevos personajes más!

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