Pocos son los hombres que saben la existencia de los orbes,
poderosas armas creadas por los dioses
terminantemente prohibidas para cualquier mortal.

Sin embargo, el aparente equilibrio pactado
entre las divinidades se ve amenazado cuando
vuelve a despertar el ser que fue más poderoso que los dioses.

En un mundo donde han regresado los
tribales rituales de sangre, los dioses se ahogan en su propia sed de poder y
los hombres se dejan engañar por sus propias mentiras,
la muerte resurge como única forma de salvación…

La última Era de los Elementales comienza
esta noche, en la que una joven amnésica despierta de un sueño olvidado para
adentrarse en otro repleto de horrores.

Maldecida por su codicia olvidada, el
lenguaje de la magia parece volverse en su contra.

Sólo los ecos de su pasado
conocen su sino; pero únicamente ella decidirá si lo alcanzará a través del
camino de la sabiduría y la fuerza… o de
la envidia y la demencia.


Ecos del pasado I: La danza del fuego

lunes, 28 de diciembre de 2015

Sigue la historia: en los ojos de la inocencia.

¡Nuevo personaje!


Al fin conocemos a Miriadden, el componente dulce de la novela... ¿qué sorpresas nos deparará? 
Seguimos con Ecos del pasado, la nueva saga fantástica de la autora Leila Bentahar Palate :)


«Preserva tu inocencia todo lo que puedas, 
pues al final, siempre se acaba 
perdiendo...»









2. La furia de un dios (4º parte)


Los habitantes de Lon’thara habían jurado sumisión y adoración a Drian el pacificador. Alzaron templos en los cuales oficiaban oraciones en su honor, buscando su bendición y simpatía. De todos los Elementales, era conocido por ser el más benévolo y cercano a los humanos, aunque pocos tenían el privilegio de poder siquiera verlo en la distancia. Sin embargo, aunque todos los hombres le eran leales, solo unos pocos gozaban del don de la magia. El porqué era un misterio para los hombres, pues no veían cuál era el factor determinante que decidía quién sí o quién no tendría derecho a la rama acuática. Por ello era todo un honor poder formar parte de la prestigiosa Academia del Coral, donde se formaban los futuros magos. 
  Miriadden en la actualidad se encontraba en su tercer año de estudios, y aunque a veces era algo torpe e ingenua, su esfuerzo y determinación demostraban que podía ser igual de buena que el resto de sus compañeros. A sus veintitrés años, Miriadden era una fuente de vitalidad y optimismo, de alegría y esperanza. Sin embargo, a veces demasiada simpatía despertaba el oportunismo de terceros, que se aprovechaban de su carácter afable y generoso, y la convertían en el objeto de burlas y manipulaciones. 
  Ella sin embargo no era consciente de la posición que tenía ante terceros, y siempre le agradaba poder ayudar sin pedir nada a cambio. En los pasillos de la Academia era conocida como la «solícita», aunque ella lo ignoraba totalmente; era demasiado inocente como para siquiera pensar que sus adorables compañeros pudieran mofarse de ella.
  Aunque se esforzara al máximo, no superaba jamás la media general, siguiendo más bien una tendencia negativa. Aun así, por ahora había logrado superar las pruebas que le imponían año tras año —aunque a su ritmo—, haciéndola sentirse orgullosa de sí misma. Además de tener que pagar la matrícula para poder entrar en la Academia del Coral, se tenía que poseer el don de la magia. Ella tenía la suerte de ser una de esas personas, ya que al contrario de lo que se podía pensar, pocas eran. De los cinco mil habitantes de Lon’thara, los estudiantes de la Academia del Coral —la única academia de la ciudad, pues no se estudiaba ningún otro tipo de rama arcana— apenas alcanzaban la cifra de trescientos. Y de estos, la mayoría se limitaban a un nivel bastante mediocre. Miriadden temía ser una de ellos. Aun así, nunca se dejaba abatir o desanimar por nada. Así era ella.
  Sus padres habían fallecido años atrás, cuando todavía era menor de edad. Tratando de evitar el orfanato o tener que desposarse con algún señor de intenciones perversas, decidió irse a vivir a casa de su vecina, una mujer ya de edad madura que pasó a ser su tutora hasta que alcanzara la edad adulta.
  Permitió que Miriadden viviese con ella no por amor, sino por un buen pago mensual que le exigía, además de ocuparse de las tareas del menaje y del hogar. Miriadden cumplió con todo ello sin rechistar, acumulando el dinero necesario gracias a un trabajo en la posada que se encontraba al sur de la ciudad, obteniendo dinero suficiente si trabajaba hasta las altas horas de la noche. 
  Cuando años después cumplió sus diecinueve años por fin pudo inscribirse en la tan anhelada Academia del Coral. Consiguió pagar la matrícula con la herencia que sus padres le habían dejado; no había gastado una sola moneda con el fin de ahorrarlo todo para aquel momento. Su trabajo en la posada aún continuaba, pues todo en la vida tenía un precio, y para poder permanecer en la Academia, tenía que pagar, y temía que la herencia no fuera suficiente. Si bien cuando vivía con sus padres tuvo una vida holgada y heredó un buen trozo, ahora los años pasaban y con ellos sus necesidades y gastos correspondientes, que desgraciadamente no podían ser cubiertos siempre únicamente con su escaso salario. Sabía que tenía lo justo para terminar los estudios de la Academia dentro de un par de años a lo sumo, lo que se traducía en un excelente trabajo y rendimiento, y temía no alcanzar tal exigencia. 
  Para Miriadden la vida le ofrecía una oportunidad gracias a la magia, e iba a hacer todo lo posible para alcanzar su meta. Su madre había sido en el pasado capitana de su propio barco, surcando los mares con la cabeza bien alta. Miriadden siempre la había idolatrado y admirado, y aquellos sentimientos crecieron en ella cada vez que oía sus relatos repletos de aventuras y tesoros. Cuando era algo más joven había soñado con llevar una vida así; solo hacía treinta y dos años que las mujeres tenían permitido tener un puesto de responsabilidad en los navíos en Lon’thara. Todavía quedaban muchas cosas por cambiar para que la mujer pudiera aspirar a lo mismo que el hombre. Muchas cosas y mucho tiempo.






El relato se corta a la mitad, pero no os preocupéis, pues pronto estará la continuación de la historia de Ecos del pasado. Espero que sigáis igual de animados.


¡Un saludo desde Lon'thara!



miércoles, 16 de diciembre de 2015

Me llamaréis...

De nuevo, sigue la historia cada semana. 


Esta vez, ¿por fin conoceremos el nombre de la joven amnésica? Nueva parte de Ecos del pasado, capítulo 2. 


¡No te lo pierdas!


by SeanDa



2. La furia de un dios (3º parte)


  —Yo… —Su cara estaba blanca como el papel, y sus labios secos. Pasó la lengua por encima para humedecerlos, sin resultado—. La verdad es que no lo sé.
  Lo había dicho, ya era un hecho. No recordaba quién era. Su cabeza estaba hecha un desastre.
  — ¿Cómo que no lo sabes? No estamos ahora para bromas ¿vale?   —Derek se fijó en su rostro. Era tan pálido… parecía un cadáver. Tenía los hombros encogidos, temblorosos. En aquel momento le hizo pensar a una niña pequeña a punto de llorar. No soportaba a las chicas lloronas, le hacían sentir incómodo—. Bah, yo me largo.
  Abandonó su rincón de la pared y se dirigió al pasillo sin hacer ruido. Dultas soltó un profundo suspiro.
  —Lo siento, no es mal chico pero… tiene poca paciencia y le gusta hacerse el duro, además de estar pasando por una etapa delicada de su vida. —«Aunque a veces tengo la impresión que esa etapa ha durado toda su vida», pensó Dultas—. No le guardes rencor, ya se le pasará y vendrá a disculparse. 
  La joven no dijo nada. Parecía absorta en sus pensamientos, tal vez ni se había dado cuenta de lo que acababa de pasar. 
  —Y… siento preguntar esto, pero… ¿cómo es que no sabes tu nombre? ¿De dónde vienes, por cierto?
  Dultas la observaba detenidamente sin hacer ruido, esperando alguna reacción de su parte. Al rato pareció salir de su trance, y abrió la boca sin emitir sonido alguno. Tragó saliva y por fin habló:
  —No sé nada. —Entonces se giró bruscamente y miró a Dultas. Las palabras que no supo decir antes le salieron atropelladamente—. No sé cómo me llamo, de dónde vengo, quién soy o qué quiero. ¡Estoy totalmente en blanco! —Volvió a fijar la mirada al plato donde una vez hubo unas albóndigas y se echó las manos temblorosas a la cara. Las lágrimas empezaban a nublarle la vista—. Lo último que recuerdo es haber estado en ese maldito bosque, tirada en el suelo, ¡no sé nada más! ¡Y-yo… —el miedo no le permitió más que hablar con un hilo de voz—, no recuerdo nada…!
  Aunque Dultas no la veía muy bien a causa de las manos que le tapaban el rostro, sus hombros y todo su cuerpo temblaban con tal fuerza que no le hacía falta más para saber que estaba totalmente desesperada. Acercó su mano a su cuerpo, y le acarició la espalda a modo de reconforte. En aquellos momentos era mejor no decir nada.
  Derek lo había oído todo desde el pasillo, ya que aunque parecía que se hubiera ido a su cuarto, se había quedado cerca para escuchar la conversación. De repente se sintió estúpido y avergonzado. La había llamado mentirosa además de no tener ninguna consideración o delicadeza hacia ella. A Silianna no le habría gustado nada aquel comportamiento tan poco caballeroso. 
  Pasaron los minutos y por fin la joven se calmó, dejó de temblar y se secó las lágrimas. Levantó la cabeza y se levantó de repente.
  —Muchas gracias por todo, de verdad, a usted y a… su amigo o primo, ya no recuerdo, aunque ahora mismo eso da igual, un recuerdo más o menos… ¡Ja! —Miró el cielo a través de la ventana de la cocina; seguía oscuro pero ya no había estrellas; pronto amanecería—. Creo que lo mejor es que me vaya, al llegar a su puerta he visto que había un camino, imagino que llevará a algún sitio.
  No fue hasta unos segundos después que Dultas reaccionó al respecto. Todo había pasado muy deprisa. Sin embargo, aquella situación le resultó de lo más interesante, y ahora que lo pensaba detenidamente… tal vez no fuera una mera coincidencia su aparición en su casa. ¿Y si…? No se lo pensó dos veces y la retuvo con una rápida respuesta.
  —Eh… sí, es cierto, lleva a la ciudad… pero no creo que sea muy sabio por tu parte ir sola sin saber qué hacer o a quién ver. Mejor quédate aquí hasta que descubramos qué pasa aquí. —Prosiguió rápidamente al ver que ella abría la boca para protestar impidiéndole decir nada—. No me… no nos importa en absoluto que te quedes aquí unos días, de verdad. Vivo solo aquí en esta casa, bueno ahora mi primo está aquí pero es temporal… y puede que te parezca extraño, pero eres bienvenida. Aunque reconoceré que hay un precio a pagar. —Hizo una corta pausa mientras ella esperaba la continuación, expectante. Por supuesto, lo que él iba a decirle ahora no tenía nada que ver con lo que realmente esperaba de ella, pero alguna excusa tendría que inventarse—. Un precio a pagar, pero justo; el tiempo que te quedes, te voy a pedir que me ayudes en mi negocio. Siempre ayuda tener a alguien de más en la tienda. ¿Te parece bien?
  —Tiene razón. —Apenas se tomó un segundo en pensárselo. Parecía ser lo mejor, ya que en aquel momento no sabía a dónde ir ni quien podría ayudarla o perjudicarla. Al menos en aquella casa se sentía algo segura… por ahora. Y tenía que reconocer que en cierto modo se sentía aliviada—. ¡Aunque le prometo que será lo menos posible! No quiero ser una carga en ningún momento, además de que usted no me conoce y… por supuesto que le ayudaré en su tienda o lo que sea, tiene mi palabra.
  —Perfecto pues, ¡así queda sellado el acuerdo! Bueno, antes de nada; por favor, no me trates de «usted», me hace sentir viejo, ¿sabes? —le dijo seguido de un guiño—. Y si he entendido bien, padeces amnesia o algo parecido. —La miró de arriba abajo como si intentara adivinar algo a partir de su escrutinio—. Ya que no sabes tu nombre... alguno habrá que darte. ¿O prefieres que te llame «chica»? —Se rio suavemente al ver que ponía cara de pocos amigos. Al ver una ligera chispa en sus ojos, se preguntó si realmente era la misma que temblaba minutos atrás—. ¿Cómo te llamamos?
  « ¿Cómo me llamáis?», la chica volvió a mirar por la ventana. El cielo seguía oscuro aunque menos que antes. Ya iba a amanecer, pero aún podía percibirse la luna. Seguía brillando, aunque era una luz muy débil. Se apagaba lentamente como en una muerte agonizante. 
  «Débil… pero deslumbrante, a su manera.» Y entonces lo supo. Sintió una voz en su cabeza, aterciopelada susurrándole su nombre. 
  —Claire. —Nació en ella una determinación que hasta entonces no había sentido—. Como el claro de luna. Como la luz de la luna. Ese será mi nombre. 
  —Perfecto pues, así te llamaremos, Claire. Te llevaré a tu futuro cuarto. Vamos.
  Derek se fue rápida pero silenciosamente a su propia habitación para que no supiesen que había estado escuchando a escondidas. Cerró la puerta suavemente, y se sentó encima de la cama. Estaba bastante cansado, y sabía que tenía que despertarse temprano. Estaba decidido a volver a las clases, una semana había sido más que suficiente. No sabía si era por el reproche de Dultas, por la mirada de aquella chica o una resolución sin más, pero sintió la urgencia de hacer algo con su vida. A partir de entonces algunas cosas iban a cambiar.




Así empezó la historia de Claire, uno de los personajes clave en Ecos del pasado. Tras admitir que tiene un problema de memoria, ha decidido empezar a buscar los ecos de su pasado. Esperemos que los encuentre, ¿o no? Tal vez olvidó porque era lo mejor...

¡No dudéis, y seguid con Ecos del pasado

¡Un saludo desde Lon'thara!



martes, 8 de diciembre de 2015

¿Por dónde íbamos?

Siento haberme retrasado una semana, ¡pero ya tenemos la continuación del segundo capítulo!


Volvemos con Dultas y compañía. ¿Conoceremos al fin la identidad de la joven? ¡Seguimos con Ecos del pasado!


¡Disfrutadlo en este día festivo!




2. La furia de un dios (2º parte)


Tras el baño bien merecido, perfumada —había un bote de colonia en la estantería superior del baño de olor a albaricoques— y ataviada con el fino vestido de lana verde que personalmente, le gustaba cómo le quedaba, se dirigió a la cocina —o eso supuso— orientándose por la dirección de la que provenían unas voces masculinas.
  La cocina era amplia y acogedora gracias a un cálido fuego que había al fondo de la sala, además de unas ventanas orientadas al este. Seguramente por las mañanas debía de resplandecer toda la casa. Estaba equipada para cocinar y guisar platos suculentos. Se preguntó quién cocinaría, pues aquellos dos hombres no tenían aspecto de pasarse el día detrás de los fogones, y antes Dultas le había dicho que no tenía sirvientas. Lo que dejaba claro la cocina es que estaba ante un hombre adinerado. El porqué estaba en un bosque lo desconocía, pero se imaginó que tendría sus razones.
  Los dos se callaron al verla entrar con los ojos como platos. El despojo de antes no tenía nada que ver con la joven que tenían ante ellos. 
  Estaban al fondo de la estancia, uno sentado en una silla de madera y el otro apoyado contra la pared. El mayor iba vestido con un elegante jubón marrón, y el otro llevaba algo similar bajo una túnica azul oscura que se ajustaba perfectamente a su constitución esbelta. Derek la sorprendió mirándolo de arriba abajo, y fijó su mirada intensamente en ella. Sus ojos eran del color del acero, plateados. La joven apartó la mirada con nerviosismo sin saber bien qué decir.
  —Pero si es mona y todo… —Dultas lo dijo tan bajito que solo él pudo oírlo. Había elegido bien el vestido—. ¿Qué tal te ha sentado el baño, chica?
  —De maravilla, muchas gracias, lo necesitaba.
  —Y vaya que si lo necesitabas… — le espetó Derek—, creí que eras un o…
  — ¡Pero qué tarde es! Mira chica, Derek te ha preparado un delicioso plato de albóndigas, cómetelo antes de que enfríe.
  Era un simple plato de tres albóndigas con pan, pero tenía tanta hambre… parecía que llevaba siglos sin comer. Se le hizo la boca agua de solo imaginarse aquella carne en su paladar, saboreando cada bocado…
  No se lo pensó dos veces; se sentó apresuradamente y engulló como si fuera la primera vez que comía algo tan bueno. Derek se quedó anonadado a causa de la impresión, mientras Dultas hacía todo para contener la risa.
  «Pues sí que es un ogro —pensó Derek—.Vaya chica más bruta, aparece de la nada pidiendo ayuda y nosotros como bobos le seguimos el juego. La próxima que se busque a otro par de tontos.»
  A los cinco minutos ya había terminado de comer y relamer. Se sentía satisfecha.
  —Veo que no has dejado nada, ¿eh? Por cierto, ¿cómo te llamas chica?
  Lo que en principio había sido una pregunta inocente, se convirtió en un error. La joven no contestó, estaba demasiado concentrada en su respiración. Se le había olvidado cómo se hacía. Lo que tanto había temido, ahora le aterrorizaba. En aquel bosque bajo la lluvia y minutos atrás en el baño se había convencido de que no lograba recordar nada porque estaba demasiado concentrada y nerviosa como para pensar en nada más. Ahora ya no tenía ninguna excusa, y la respuesta estaba clara; no recordaba nada.





Shock para la joven, no es hasta ahora que se da cuenta de lo realmente perdida que está. ¿Cómo seguirá la historia de Ecos del pasado? ¡No te pierdas la siguiente entrega!

¡Un saludo desde Lon'thara!


miércoles, 2 de diciembre de 2015

Si fuera un libro...


¡Buenos días a todos! 


Justo esta mañana mientras miraba blogs, me he topado con uno (Coleccionista de mil historias) en el que la propietaria jugaba a imaginarse que ella misma era un libro, y se planteaba una serie de preguntas. 

Como me ha parecido muy original, he querido seguir la misma dinámica y responder a las mismas preguntas. 



Si fuera un libro...



¿Cual sería el formato del libro?

Un libro de tapa dura y grueso en páginas, pues me encanta saber que habrá una historia densa que contar, con profundización de los personajes. Eso si está bien escrito, claro. 
En cuanto a la portada, de colores azules y morados, con un toque de misterio, que llame la atención. Que en sí cuente una historia, con algún que otro personaje sobre la cubierta, con su intensa mirada cargada de emociones. 



¿Cuál sería el género del libro?

Al igual que mis propias novelas, sería fantasía épica. Me encantan las historias contadas en épocas pasadas, con su magia y misterio, tienen su encanto. Y algún que otro toque siniestro y retorcido. Que el bien no triunfe siempre, pues me resulta surrealista. 




¿Tendría algo de ficción? 

Si son extraterrestres o naves espaciales, no me interesa mucho. Si está relacionado con sucesos misteriosos como la magia (vamos, fantasía) entonces sí. 




¿Abarcaría un período largo o corto de vida? 

Depende. Si es un periodo corto, debe ser uno intenso en el que suceden cosas y donde el personaje se transforma, se replantea la vida. 

Si es un largo periodo, que se pudiera ver cómo el personaje evoluciona y quien sabe, conocer sus futuras generaciones.




¿Habría algún antagonista?

Sin un buen antagonista, no hay buena historia. Y si puede haber más de uno, mejor si está bien ingeniado. Nada más que añadir.




¿En qué tiempo estaría narrado?

Pasado, el presente me resulta extraño salvo que lo cuente en primera persona. Y personalmente prefiero un narrador externo.




¿Como estaría acomodado el tiempo en tu libro?

Principalmente en un tiempo que se sigue de forma normal, pero siempre debe haber algún que otro flashback. Podría ser interesante contar algún suceso futuro sin desvelar nada para dar más intriga al lector.




¿Habría algún giro en la trama? 

Si no lo hubiera, ¿sería una historia interesante? No me gustan las historias predecibles.



¡Eso es todo! ¿Y vosotros? ¿Qué tipo de libro seríais?

¡Saludos desde Lon'thara!

domingo, 29 de noviembre de 2015

Capítulo 1: Vacía Completo

¡Primer capítulo en formato de lectura!




Con esto, tengo el placer de introduciros de lleno con el primer capítulo de Ecos del pasado
Como he visto que se presentaban ciertas dificultades para poder leer correctamente el primer capítulo por estar el principio en entradas antiguas, y además que el orden era algo caótico, he decidido que era importante para la comodidad del lector ponerlo todo en este archivo, para que lo podáis leer con facilidad. 

Si os da cualquier problema, avisadme y lo arreglaré, pero en principio no debería de haber problemas. 

Espero que así lo disfrutéis, y podáis leer tranquilamente. 



¡Saludos desde Lon'thara, y buena lectura!


viernes, 27 de noviembre de 2015

Página de "Ecos del pasado. La danza del fuego", ¡al fin!

Queridos lectores, hoy estoy muy contenta. Poco a poco este sueño que nació hará 10 años está tomando forma. 


Primero Ecos del pasado, parte I: La danza del fuego, el libro. Después el blog, el apoyo, las editoriales, y vosotros. 



Haz click aquí






En todo caso, este grupo de Ecos del pasado creado en Facebook tiene el objeto de crear debates, opiniones y preguntas sobre la obra, por lo que os invito a todos a expresaros.


Estoy muy orgullosa de mi proyecto Ecos del pasado, y sobre todo de mis lectores.


¡Saludos desde Lon'thara, y bienvenidos al mundo de Ecos del pasado!


miércoles, 25 de noviembre de 2015

¡Nuevo capítulo: 2. La furia de un Dios!

¡Pasamos a otra historia, con nuevos personajes! 

Aunque no lo haya dicho al principio, la saga Ecos del pasado tiene varias historias simultáneas, donde diversos personajes de distintos lugares van teniendo lugar. Por supuesto, se van dando progresivamente —a menudo hago referencia a la dinámica de Juego de Tronos— por lo que se volverá a hablar de Derek, Dultas y la joven amnésica, a la vez que contaré sobre otros personajes que tienen o no relación con el resto desde el inicio.

¡Disfrutad de la lectura! Comienza el segundo capítulo!







2. La furia de un dios (1º parte)


Lo primero que sintió fue un dolor agudo en la cabeza, como si le hubieran dado un golpe con un objeto contundente. Después, empezó a sentirlo expandirse por todo el cuerpo. Era incapaz de levantarse. Se tanteó el peto abollado buscando heridas y una de las grebas se había soltado de su pierna izquierda, la cual le escocía a horrores. No fue hasta pasado unos minutos que sus ojos empezaron a habituarse a la oscuridad reinante. Como la vista no le servía de mucha ayuda, decidió concentrarse en los sonidos; no estaba sola, alguien a su lado respiraba a un ritmo irregular como si le costara cada exhalación. Un tercero comenzó a toser con nerviosismo temiendo ser oído. 
  Con una calma digna de admirar, tanteó el suelo en busca de alguna pista para saber dónde se encontraba, y aunque sus piernas aún le impedían ponerse en pie, consiguió desplazarse a gatas. Acabó topándose con unos barrotes de acero. Tiró con fuerza sin éxito, y decidió recorrer toda la fila de barrotes con sus manos. Era un espacio reducido, por lo que no tardó mucho en percatarse de que se encontraba en una celda, cómo la de un pájaro, solo que a escala humana. Cualquier persona normal se sentiría inquieta, nerviosa o incluso histérica, pero aquella mujer estaba habituada a las situaciones extremas. Sabía mantener la cabeza alta y fría, con dignidad.
  —Si buscas una forma de escapar, te digo ya que es imposible.
  Al oír aquella voz se dio la vuelta en su dirección, y pudo adivinar una silueta rodeada por las sombras. A juzgar por el timbre, era un hombre de avanzada edad. Era el de la tos nerviosa.
  — ¿Dónde estamos? —El tono de la mujer era duro e imperativo, acostumbrado a dar órdenes.
  —Encerrados en los calabozos subterráneos que hay bajo la fortaleza. Concretamente… cof, cof… al este del continente —hizo una pausa para aclararse la voz, y prosiguió—, perdidos en el corazón de una montaña.
  — ¿Al este? ¿Podrías precisar? Has hablado de una fortaleza, dime el nombre. 
  —Hum… ni idea, solo sé que cuando llegué, pude ver rápidamente que me llevaban a una especie de castillo siniestro encima de una montaña.
  — ¿Y por qué has dicho el este? ¿Cómo lo sabes?
  —Estudiaba herbología antes de que me capturasen… y conozco muy bien la flora de cada parte del continente Dorado… cuando me apresaron, justo antes de encerrarme en este agujero vi unos árboles de hojas blancas. Son púrcaros, y solo crecen en zonas templadas y húmedas, junto a la costa.
  —En la isla del Cangrejo también hay temperaturas similares, y no es precisamente el este.
  —Ahí no crece nada de eso a causa de los caprichos de esos malditos magos de los peces que cambian el clima cuando les place. Demasiado desequilibrio han provocado en la naturaleza como para que puedan existir… ¡cof, cof! Te digo yo que aquí es el este. 
   —Bueno, te creeré por ahora. Si… como tú dices estamos al este, entonces no será muy lejos de la ciudadela de la Argéntea. Desde ahí podré orientarme para buscar refuerzos y…
  — ¡Ja!… ¡cof, cof…! Argh… mis malditos pulmones… Señora, sea quien sea usted, siento decepcionarla pero... dudo que alguien vaya a salvarnos… más que nada porque es imposible que sepan de nuestro paradero. ¿A quién se le ocurriría mirar en los túneles subterráneos de un castillo abandonado en medio de una montaña? Nada, nada… aquí estaremos hasta nuestro último aliento. Llevo aquí meses… tal vez años... ya no llevo la cuenta. El otro de allí ya se está muriendo.
  — ¿Qué le pasa? —le preguntó algo irritada. No soportaba que le interrumpiesen.
  —Digamos que… aunque es verdad que cada cierto tiempo alguien viene a traernos algo de comer… es tan poco que no nos es suficiente. Hace unos días tenía tanta hambre… no pude aguantar.
  —No lo entiendo.
  —Yo… no me avergüenzo. Hice lo que tuve que hacer para sobrevivir. Le desgarré la carne y comí parte de una de sus piernas. Era él o yo. Si no lo hubiese hecho yo, ahora sería él quien se lo estaría contando. Su pierna está pudriéndose y el mal se ha extendido por todo su cuerpo.
  No se oyó nada más que la respiración entrecortada del hombre agonizante durante un tiempo.
  — ¿Señora, no le ha trastornado lo que acabo de contar?
  Aunque estaba todo oscuro, el anciano de la tos pudo percibir un movimiento de su cabeza. Sentía su mirada, y juraría que sus ojos brillaban en la oscuridad, como las de un depredador en la noche yendo tras su presa.
  —Cuando es para sobrevivir, los humanos estamos dispuestos a todo. Ya no hay bien o mal, solo el instinto. Solo nosotros mismos y nuestro egoísmo.
  —Ya. 
  —De todas formas… dudo que un hombre de tu edad pudiera conmigo si te diera por… degustarme. No te tengo miedo. Te mataría yo primero, no lo dudes ni un instante.
  Pudo oír como el anciano tragaba saliva. Pudo sentir cómo se encogía de miedo, y se repantigaba contra la pared, presa del terror. 
  —No vas a preguntarme por qué estás aquí encerrada con un par de viejos moribundos. 
  No era una pregunta, ya sabía la respuesta.
  —Conozco la razón de mi desenlace aquí, no necesito preguntarte.
  —Bien entonces. ¿Y qué vas a hacer? ¿O piensas esperar un milagro?
  —Un milagro… sería esperar demasiado tiempo. Tengo algo mucho mejor.
  — ¿El qué?
  La mujer seguía sin poder levantarse, pero ya conseguía doblar las rodillas. Pronto podría volver a andar, saldría de aquel agujero perdido y saltarían cabezas. Siempre se debía de castigar al que se lo merecía. No quedaría impune.
  Al no obtener respuesta, el anciano volvió a preguntar.
  —Y si no es un milagro, ¿entonces qué?
  Aunque él no pudo verlo, ella sonrió:
  —Magia.





¿Quién es esta mujer? ¿Podría ser Silianna, la hermanastra de Derek? ¿O no tiene nada que ver? 

¿Qué clase de magia es la referida en la escena? 


Esto y más, en Ecos del pasado. ¡No lo dejéis aquí, que lo mejor está por venir!

¡Un saludo desde Lon'thara!

domingo, 22 de noviembre de 2015

¡Mapa del mundo!


¡Al fin!


Como mi historia en Ecos del pasado transcurre en un mundo imaginado por mí, decidí en su día esbozar un  mapa donde situaría las ciudades y demás. 
Sin embargo el diseño no me convencía y no me decidí a publicarlo. Pero hoy, tras unos cuantos retoques, creo que está listo para salir a la luz.

Con todos ustedes, el mundo de Ecos del pasado


Ecos del pasado, mapa


¿Hay algún lugar o nombre que os suscite curiosidad? Todos los nombres han sido inventados, y esto, aunque parezca simple a primera vista, conforma el mágico mundo de Ecos del pasado

Para los que no lo sepáis, el primer capítulo transcurre en Lon'thara, al noroeste del continente Dorado. 

Espero que os guste y sea un aliciente para continuar con Ecos del pasado :)

¡Un saludo desde Lon'thara!

jueves, 19 de noviembre de 2015

¡Final del primer capítulo! ¡No os perdáis el final!

Y al fin, encontró un refugio...

Poco a poco se van estableciendo vínculos entre los sucesos... ¿pero en qué medida? ¿Cómo irá evolucionando todo? 

Con esta entrega, cerramos el primer capítulo: Vacía de Ecos del pasado. 

Espero que os haya gustado, y podáis compartir vuestras opiniones y críticas. Es muy de agradecer :)


1. Vacía (5º parte)


Lanzó un largo suspiro y se dirigió a la cocina en busca de un buen estofado o caldo con garbanzos.
  Se lo preparó, y se sentó en la silla de madera, algo rígida para su gusto; pero siempre se le olvidaba pensar en comprar otra. Mientras comía su manjar a bocados, dirigió la mirada a su primo, pensativo. Derek era un joven de veintitrés años que se creía más de lo que era. La combinación entre su personalidad a veces demasiado confiada y el hecho de que se encerrara sobre sí mismo le daba como resultado la apariencia de alguien muy arrogante, taciturno y agresivo.
  Pero alguien que le conociera un poco más, como era el caso de Dultas, sabía que no era más que un pobre chico que había tenido ausencia de amor en toda su vida desde la infancia, generando en él desconfianza y rencor. Un rencor que le carcomía por dentro, convirtiéndolo en rabia mal gestionada. Tenía a menudo varios arrebatos de cólera, aunque por lo general fuera alguien bastante reflexivo. Siempre sumido en sus cosas, de las que nadie sabía, bien porque él no las mostraba jamás, o bien porque nadie estaba interesado en ello. Pues, ¿a quién le gustaría relacionarse con un simple bastardo? Era una humillación con la que Derek tendría que convivir toda su vida, solo.
  Incluso Silianna su hermanastra, que era la única que realmente había creado un vínculo emocional con él, apenas había rozado la superficie de su interior. La puerta estaba herméticamente cerrada, y Derek no la abriría bajo ningún pretexto; no quería sentir, no quería atarse a nadie. El querer al fantasma de su madre le había dolido demasiado, y para un niño de su edad en aquel entonces, tal dolor era demasiado como para querer volver a arriesgarse. Y seguramente no lo haría nunca, siendo más fácil huir y evitar afrontar sus miedos.
  Desde pequeño Derek había convivido con su padre y hermanastros, ya que su madre había fallecido muy joven, cuando él tenía seis años. Apenas la recordaba y ni siquiera tenía retrato alguno de ella. Pocos sabían a qué se parecía la madre de Derek, o quién era. Para todos era la amante de Itgard y nada más; una simple distracción de la esposa de Itgard.
  Pero cuando llegó la madre de Derek, Itgard cambió a mejor. Algunos decían que la quiso profundamente, y que tener a Derek fue un regalo del cielo al que amó como todo buen padre. Pero cuando ella murió, volvió a ser el hombre de antes, anteponiendo el trabajo y el dinero por encima de todo, relegando la familia al segundo plano al límite de la indiferencia.
  Dultas había conocido todas esas facetas de Itgard, y podía confirmar que efectivamente conocer a la madre de Derek le había cambiado, aunque fuera temporalmente. El rechazo que tenía Itgard hacia Derek era debido a que le recordaba demasiado a su madre. Aun así, no pudo evitar mantenerlo bajo su techo, como último vestigio de la pálida sombra del padre que fue antes.
  Pero Derek no podía comprender todo aquello, para él la razón de tanta humillación era sencillamente la indiferencia e intolerancia; su madre había sido un instrumento sexual para entretenimiento de su padre, y cuando murió se quedó con el bastardo porque matarlo habría manchado su reputación mucho más; todo era cuestión de estatus social, imagen y notoriedad. Derek aprendió a odiar o a ignorar a su padre, a la familia Vermonth, y a todos los que había conocido, a la excepción de Silianna.
  Dultas terminó el caldo de garbanzos, se sirvió agua fría del jarro y se acercó a Derek con aire conciliador.
  — ¿Qué es lo que miras con tanto detenimiento? Llevas así desde que llegué.
  —Llevo así desde hace unas cuantas horas. —Derek hablaba sin siquiera mirarle a los ojos.
  Hastiado por su comportamiento, decidió ser directo:
  —Ehm… Derek, aprecio que estés pasando aquí en mi casa un tiempo para descansar de tus obligaciones, pero… sinceramente, no creo que hayas venido aquí para eso. ¿Ha pasado algo en casa de tío Itgard?
  Derek no contestó al instante. Parecía que estaba petrificado en el tiempo, inmóvil como una estatua. Su mirada seguía un punto en el infinito, sin mirar a ningún sitio en concreto.
  — ¿Cómo iba a pasar algo con alguien que nunca está? —Al fin desvió la mirada hacia Dultas—. Si te molesta mi presencia, me iré de inmediato, y ya no te causaré más problemas. Sé que tener aquí al bastardo de la familia no debe de hacerte mucha gracia, pero pensé… pensé que a ti tal vez no te importaría demasiado.
  — ¿Y por qué no me iba a importar?
 —Porque pareces un hombre resuelto y con personalidad suficiente como para que un par de cuchicheos te perturben.
  Dultas no pudo evitar sonreír. Tocó el hombro de Derek con su mano, pero él lo rechazó. Derek no tenía por costumbre que le dieran muestras de afecto, y aunque en realidad la mano de su primo no le disgustó, su cuerpo reaccionaba inconscientemente ante cualquier contacto, a la defensiva. Dultas siguió hablando como si nada.
  —Estoy de acuerdo contigo, ese tipo de cosas me traen sin cuidado, los chismorreos no son lo mío. Solo te lo preguntaba por interés hacia ti, no por nada. Por supuesto, eres bienvenido en mi casa y puedes quedarte todo lo que quieras… sin embargo, creo que el haber estado aquí una semana sin hacer nada no es sano para alguien de tu edad, y aunque puedes estar aquí, te pido como adulto responsable que soy que no dejes a un lado tus estudios. —A Dultas siempre le había gustado sermonear, disfrutando del momento—. Mañana por favor, no faltes a la Academia. No debes desperdiciar el don que los Elementales te han regalado. Los demás tenemos que ganarnos la vida a base de palos. —Aunque normalmente controlaba su tono, se dio cuenta de que había elevado algo la voz. Se forzó en detenerse para dominarse de nuevo.
  En el momento en el que Derek iba a abrir la boca para protestar, los dos oyeron un ruido sordo fuera. Se miraron recíprocamente esperando a que el otro supiera qué era eso, y el sonido volvió a repetirse.
  Alguien estaba dando golpes en la puerta.
  — ¿Se puede saber quién llama a estas horas? —Dultas se dirigió a la puerta, molesto, pues el día había sido largo y pesado, y algo le decía que no iba a irse enseguida a la cama.
  Cuando abrió la puerta, lo último que se esperaba era ver un espanto. O eso fue la primera impresión que le dio al ver una chica sucia a causa del barro, sangre y hojas en el pelo. Temblaba de frío, y no parecía que fuera a poder mantenerse en pie mucho más tiempo.
  —Eh… ¿sí, que desea? —Dultas sabía que era una pregunta estúpida, pero no pudo evitarlo, las palabras ya habían salido de su boca.
  —Me he perdido y… no sabía qué hacer… hasta que vi esta casa y bueno… pensé que… —La mirada de la chica era tan penetrante que a Dultas le costó apartarse de ella, sin saber muy bien qué hacer o qué decir.
  —Está bien, está bien… puedes pasar, algo habrá de comer para ti… —Al acercarse la joven a Dultas, no pudo evitar sentir un olor infecto provenir de ella—. Pero un buen baño será lo primero. ¡Dereeeek! Prepara algo de comer para esta… pobre criatura mientras yo me ocupo de su aseo.
  Derek se acercó a la entrada donde estaban los otros dos, y al ver al despojo viviente delante no pudo ocultar una mueca de asco.
  —Por favor, Dultas, ¿pero qué clase de animales viven por la zona?
  —Derek, eres idiota. «Esto» no es un animal, sino una chica.
  —Buaj, cualquiera diría que se ha tirado de cabeza al barro con los puercos.
  —Bueno, qué quieres que te diga, ha aparecido de repente aquí pidiéndome ayuda, y como buen hombre responsable y maduro que soy —Derek no pudo evitar poner los ojos en blanco ante las afirmaciones de su primo—, lo mínimo es dejarla entrar a darse un baño, que a ver si va a contagiarnos la peste o algo peor.
  —Bueno, pues que entre pero paso de hacerle nada de comer, no tengo ni idea de cocina, y aún menos ganas de ponerme a ello. Hazlo tú mismo.
  — ¿Quééééé? Yo vengo reventado del trabajo, mientras que tú holgazaneas todo el día, ¿y me pides que yo cocine? Ni hablar. —Se cruzó de brazos simulando indignación, y Derek replicó. Los dos hombres siguieron así durante un rato, discutiendo sobre quién era el que debía cocinar, siguiendo la conversación por temas cada vez más absurdos como quién era el más guapo o bien quién era el más inteligente, olvidándose totalmente de la muchacha.
  La verdad es que ella ya empezaba a cansarse de todo aquello, acababa de llegar a esa casa pensando que por fin todo había terminado, que la ayudarían a volver a casa, y en vez de eso se había topado con dos idiotas que competían entre ellos por absurdeces.
  Los dos eran físicamente parecidos, aunque no del todo. El mayor tenía el pelo cobrizo oscuro, tenía algo más de altura aunque no tanto, y con unos ojos de un azul tan hermoso que cualquiera se quedaría prendado por ellos. Le resultó bastante guapo e instintivamente quiso caerle bien, aunque en aquel momento no estaba para pensar en aquellas cosas.
  El otro, que acababa de llegar pegando gritos, parecía un antipático y egocéntrico. Aquel hombre era algo bastante más joven, tal vez de la misma edad que ella. También tenía el pelo cobrizo, aunque mucho más corto que el del otro. Físicamente era bastante atractivo, una mandíbula cuadrada y fuerte, y tenía un aspecto más musculoso aunque no se apreciara bien a causa de las capas de ropa que llevaba.
  Si no fuera por las muecas que hasta ahora no había parado de poner, el chico resultaba agradable a la vista. Pero eso ella no era lo que veía. Solo veía un chico malhumorado con el ceño fruncido que no paraba de gesticular.
  —Esto… sigo aquí por si no lo sabíais.
  Su tono de voz al parecer no había sido lo suficientemente alto, pues los dos no parecían haberla oído. De pronto, el cansancio pareció pesarle más sobre todo el cuerpo. Las voces de los dos hombres sonaban cada vez más lejanas y le costaba cernir bien lo que tenía ante ella. Como si de pronto estuviera en otro lugar, dejó de oír nada de lo que la rodeaba dejando paso a unas voces en medio del imperturbable silencio. Al principio eran apenas un susurro, tenue y frágil, que pronto pasaron a oírse cada vez con mayor claridad. No entendía lo que la decían, pero sonaban inquietantes, como si la avisaran de algo.
  De pronto sintió que algo no iba bien. Las piernas le fallaron y se tambaleó peligrosamente hacia el suelo hasta verse obligada en doblar la rodilla para no caerse de cabeza. Si antes se sintió mal, ahora era peor. Las voces ya no hablaban alto, sino que chillaban ensordecedoras. Seguía sin entender qué le querían decir, pero el tono que empleaban era de reproche, como si le acusaran de algo que había hecho. Aunque fuera inútil se tapó los oídos con el objeto de acallar las voces, pero sin éxito; al contrario, parecía que gritaban cada vez más. La joven quería hablar para pedir auxilio pero al abrir la boca ningún sonido salía de ella, como si se le hubiese olvidado cómo se hacía. Cada vez se le nublaba más la vista, se sentía desfallecer.
  Enseguida los dos hombres callaron y la miraron como si fuera la primera vez que la veían. La chica se tapó la boca como acto reflejo al sentir una oleada de arcadas.
  Sin saber bien qué hacer, Dultas se acercó un tanto preocupado con cautela y la cogió delicadamente por los hombros para ayudarla a levantarse.
  — ¿Contento, Derek? Esto ha pasado por distraerme con tus tonterías.
  — ¡Pero qué dices! —Derek estaba furioso. Estaba harto de aquella situación—. ¡Si tú eres el que ha empezado, tan excitado como yo! ¡Esto es absurdo!
  A la vez que jadeaba furiosamente, se dio cuenta de que había vuelto a gritar, dando la impresión de ser un histérico para cualquiera que pasara por allí a escuchar. Se calmó y respiró hondo, consiguiendo relajarse. Todo se quedó en silencio y se limitó a observar a Dultas llevando a la chica al interior del hogar. Derek se rindió dejando de lado su tozudez.
  —Está bien, creo que queda una hogaza de pan, le cortaré algo de carne para acompañar, mientras que se asee y se cambie de ropa. —Se dio la vuelta en dirección a la cocina, aunque añadió un último comentario—: Imagino que tú tendrás alguna prenda acorde a su condición de fémina, con la de mujeres que pasan aquí la noche contigo…
  Dultas no dijo nada, y tiró dulcemente de la muchacha.
  — ¿Chica? ¿Estás bien? ¿Puedes hablarme?
  No supo si fue la calidez en su voz o en las manos que la sostenían, pero como por arte de magia las voces desparecieron. Poco a poco volvía a ver con nitidez y a pensar con claridad. Lo primero que vio fueron los ojos del color del océano profundo de Dultas. Embelesada, no supo bien qué podía decirle. Aun así, decidió no decirle nada sobre lo que acababa de ocurrir, limitándose a una respuesta de lo más formal.
  —Gracias, ya me siento mejor, ha sido algo repentino, pero ya se me ha pasado. —La sonrisa que la joven le dedicó a Dultas fue tan débil que apenas la percibió.
  —Entonces te llevo a los baños, necesitas una buena limpieza, y… veo que tienes unos cuantos rasguños, pero son superficiales, así que no hay de qué preocuparse.
  Sin esperar a una respuesta, la guió hacia el baño. Le dio una toalla para secarse, se dirigió rápidamente a su habitación y volvió enseguida con algo de ropa. Era de mujer.
  —No me gusta cuando hay demasiada gente, por eso no hay sirvientas, por lo que deberás bañarte tú sola. Aquí tienes para cambiarte, ya hablaremos cuando acabes. —Al mirarla tuvo la sensación que una gran impotencia la abatía—. ¿Seguro que estás mejor? Tranquila, chica, aunque no nos esperábamos tu visita, no molestas. Eres alguien en apuros y mi deber es ayudarte.
  Sonrió como mejor sabía hacerlo, con la boca algo torcida dando así un aspecto seductor. Ninguna mujer podía resistir aquella sonrisa. Y aquella joven no fue la excepción, pues a pesar de la suciedad, Dultas pudo percibir un rubor en su cara.
  «Ah, las mujeres, cuán dulces e inocentes podéis llegar a ser», se dijo.
  Dultas se despidió con un guiño, y fue dejándola sola. El baño había empezado a llenarse de vapor. No pudo evitar sonreír y sentirse dichosa.
  Se metió en la bañera canturreando como una niña y al sentir el contacto del agua caliente sobre su piel, no pudo sino suspirar de placer. Se acomodó en la bañera, y dejó que la suciedad se alejara de su cuerpo, mientras la piel absorbía el agua. Las voces que previamente habían resonado en su mente habían cesado. No entendía muy bien qué le había sucedido, pero lo importante era que ahora el mal había pasado. O eso creía ella.
  Todo había sucedido muy rápido; cuando había llamado a la puerta no se esperaba tal acogida. Tal vez aceptar entrar en aquella casa había sido una mala idea. Estaba sola y desprotegida con dos hombres en medio de un bosque perdido. ¿Y si sus verdaderas intenciones eran venderla a un comprador interesado en jovencitas desorientadas? ¿O tal vez fuera un sacrificio a algún ser de oscuras intenciones?
  «Mejor no darle vuelta a las cosas. Por ahora han demostrado lo contrario.» Se preguntó de dónde había sacado aquellas ideas retorcidas. No hacían más que inquietarla.
  Al girar la cabeza se percató de que justo al lado había una ventana que daba al espeso bosque. No pudo evitar taparse el pecho por miedo a que alguien pasara y la sorprendiera desnuda.
  «Pero qué tonta soy, si aquí no pasa nadie, salvo chicas perdidas como yo.»
  Se destapó lentamente, y no pudo sino evitar mirar a la luna. Esa noche era llena. Al no haber más nubes, ahora brillaba intensamente, como nunca la había visto. Era grande y hermosa, resplandeciente y refulgente, le deslumbraba su belleza. Ver la luna la tranquilizaba, pues había sido su única compañera aquella noche, y sobre todo le hacía sentirse menos sola
.





  Mientras se pasaba distraídamente la esponja por los brazos embarrados, intentó recordar algo sobre cómo había terminado en aquel lugar, pero nada surgía en su memoria. Al insistir rascando en los escollos de sus recuerdos comenzó a sentir de nuevo un mareo, y aunque no estuviera segura, creyó oír de nuevo las voces en su cabeza. No era más que un murmullo, un resquicio de un eco lejano apenas audible. Sacudió la cabeza enérgicamente logrando que callaran. Decidió dejar de pensar y abandonarse al reconfortante baño espumoso.
  Ya habría tiempo más tarde para preocuparse.





Espero que este capítulo no haya hecho más que acrecentar vuestras ganas de seguir, pues pronto podréis leer el segundo capítulo: La furia de un dios. 

Muchas gracias por seguir conmigo Ecos del pasado, y disfrutarlo como lectores :)

¡Un saludo desde Lon'thara!




jueves, 12 de noviembre de 2015

¡Juntos avanzamos paso a paso!

 

¡En apenas un mes, más de 1.000 visitas!

Aún queda mucho. Pero el camino ha comenzado a trazarse, y en una semana llevaré 1 mes con el blog activo de verdad.
No sé hasta dónde llegará mi novela, mi historia, que con tanto cariño os comparto las primeras páginas y pinceladas de ésta.
Pero ahora, más que nunca, me doy cuenta de la importancia que tiene el apoyo de mis lectores.
Cada vez que alguien me hace preguntas sobre qué les pasará a, Derek u otros personajes que aparecen más adelante, no puedo evitar sentir una gran emoción.
La misma que hoy siento al ver que en 26 días, para una gran desconocida como yo, he recibido más de 1.000 visitas.
Pero esto no queda aquí. Voy a dar lo máximo para mejorarme, y compartir más y más, y aportar un pedazo de mí en las líneas que leéis.
Aprovecho esta entrada para anunciaros que pronto publicaré el mapa de mi mundo, puesto que es imaginario, y aunque por ahora no hayáis visto mucho de él, pronto os daréis cuenta de la expansión que mi historia ofrece.
A su vez, publicaré la presentación de algunos de mis personajes faro, para que podáis conocerles mejor, y sentiros más cercanos con ellos.

¡MUCHAS GRACIAS A TODOS, Y ESPERO QUE SIGUÁIS LEYENDO!



martes, 10 de noviembre de 2015

La historia continua...

¡Nuevo personaje! ¿Qué relación tendrá con Derek?


Como acostumbro, nueva entrega de Ecos del pasado. Esta vez con la introducción de un entrañable personaje, Dultas. 


1. Vacía (4º parte)



Dultas a menudo iba y volvía del trabajo a pie, pues le gustaba el senderismo y ejercer sus piernas. Era un hombre de unos treinta años, con un espíritu jovial y enérgico. Hoy había hecho buenos negocios, y las ventas no habían parado de subir estas tres últimas semanas. Últimamente encontraba objetos interesantes, y lo mejor es que compradores interesados en ellos no faltaban. Sí, hoy había sido un día productivo, y decidió manifestar su satisfacción silbando una melodía popular de Lon’thara. 
  Era de estatura alta con el pelo bien peinado para darle un toque más profesional. Al igual que la gran mayoría de los varones Vermonth, Dultas tenía el pelo cobrizo oscuro, suave y bien peinado. Bueno, lo último era por estilo, no herencia, pero casi era lo mismo en su caso. Los Vermonth no podían permitirse ir desaliñados, la imagen era esencial en aquel mundillo, y la vanidad no se consideraba mal vista.
  Tenía la nariz y labios finos, suavizando los rasgos de su rostro, lo que le daba un aspecto bastante atractivo. Sus ojos eran azules como el océano, límpidos y profundos, como la gran mayoría de los varones Vermonth. Era cosa de familia. 
  A causa del oficio que ejercía, el carisma y el arte de la conversación eran dos aptitudes que manejaba a la perfección, lo que hacía que atrajera mucha clientela, curiosamente más femenina que masculina. 
  Era, como la gran mayoría de los varones Vermonth, un hombre deseado y popular, y al ser joven y de buen ver, no era complicado que hiciera suspirar el corazón de las damas, que caían rendidas a sus pies. Para él no era más que un pasatiempo, pero era una de las mejores formas que conocía de gastar la energía que le otorgaba su vida pletórica.
  Como toda la semana había sido fructífera, volvía a casa con una sonrisa de oreja a oreja, silbando alegremente por el sendero del bosque. Era algo tarde pero no tenía prisa, al día siguiente no trabajaba, por lo que se pasaría toda la mañana en la cama haciendo el vago.
  Al estar Derek en casa, Dultas tuvo la falsa esperanza de que la cena ya estuviera preparada. Quién sabe, a lo mejor se animaba por una vez a hacer algo que no fuera gruñir y pasarse el día entero leyendo manuscritos o contemplando el paisaje. 
  Ya era hora de que hiciera algo. Solo llevaba una semana en su casa, pero Dultas era de los que opinaba que todo joven debía aprovechar al máximo su tiempo. Ahora se encontraba en la plenitud de la vida, todo tiempo desaprovechado era tiempo perdido; y Derek ya había perdido una semana. 
  En cuanto llegara a casa le daría una buena charla al respecto. Por mucho que no fuera más que un hijo ilegítimo, seguía teniendo la sangre de los Vermonth. Aunque fuera a medias, formaban parte de la misma familia, y su deber era guiarle por el buen camino. Dultas estaba convencido de que él sería quien le impulsara al éxito. Él sería el que humildemente le apoyaría y aconsejaría en sus pasos, para al final lograr que alcanzara la meta deseada. Aunque era cierto que Dultas era un hombre talentoso, también era bien cierto que era bastante engreído. Era, como la gran mayoría de los varones Vermonth, un hombre arrogante y altanero.
  Aunque la tierra estuviera mojada, no había ni una nube en el cielo. 
  « ¿Habrá sido cosa de Derek?» Dultas sabía que las facilidades que le ofrecía la magia a su querido primo no hacían más que alentar su lasitud por las banalidades. 
  La magia: un don del que no todos gozaban. En realidad solo unos pocos privilegiados la tenían en Lon’thara, y para su gran pesar, Dultas no tenía ni un ápice de ella. Y aunque nunca lo admitiría, aquel hecho le abrasaba por dentro de envidia, impotente ante las grandes maravillas arcanas que los dioses le habían negado. Aun así no se daba por vencido fácilmente, sabedor de que, tal vez, moviendo bien las fichas del tablero, podría conseguirlo. 
  Ya veía su casa al final del camino. Debido a su carácter solitario e independiente, tener un hogar en un lugar apartado era lo mejor. La primera noche que pasó en aquella casa al contrario de lo que se creía, durmió mal a causa del jaleo que causaban los búhos, algún que otro lobo agitado y nervioso y el resto de miles de criaturas que habitaban los alrededores. 
  Con el paso de los días, Dultas intentó esforzarse por hacer abstracción de los ruidos en el bosque por las noches. Desgraciadamente, eran tantos los berridos, ululaciones y aullidos que decidió que lo mejor era tomar una decisión; contrató a dos de los mejores expertos en bestiarios y les prometió que le daría su peso en oro al que consiguiera no solo ahuyentar a todo animal en un radio de dos kilómetros, sino que se mantuviera tal situación, lo cual requería hechizos de cuarto nivel para evitar que los animales pasaran. Los dos magos se saboteaban mutuamente al ser la recompensa para uno solo, asegurándole una vida placentera y holgada.
  Dultas sabía que dicha recompensa era ridículamente excesiva para la tarea encomendada, pero la fortuna de la familia era tal que el pago en comparación no era nada. Era, como la gran mayoría de los varones Vermonth, un hombre ostentoso y rico. Desde entonces, podía dormir tranquilamente sin absolutamente ningún ruido molesto.
  Abrió la puerta de la entrada y al llegar al comedor lo primero que vio fue a Derek embobado frente a la ventana como venía haciendo desde que estaba allí.
  —Buenas noches, primo. Veo que al igual que yo, has tenido un día pleno en acción. —No pudo evitar ironizar dibujándose una sonrisa torcida en su rostro.
  —Hum.
  — ¿Has sido tú quien ha parado la lluvia? —Echó un vistazo a la cocina rezando por que hubiera un buen plato de comida esperándole, pero al constatar el gran vacío en la mesa, sus esperanzas se desvanecieron al instante—. Porque de camino a casa he visto que todo el suelo estaba repleto de charcos, y sin embargo el cielo estaba tan límpido que pude ver hasta estrellas que antes ni sabía que existían.
  Derek se desplazó hacia el interior de la casa para poder mirar a su primo directamente a los ojos. Su mirada era penetrante como una lanza afilada. Tras unos segundos expectantes, bajó la vista y relajó los hombros. Llevaba demasiado tiempo con el cuerpo tenso estos días. Algo le ponía nervioso, pero Dultas aún no sabía exactamente el qué. Derek aún no le había dicho realmente por qué se había quedado en su casa de improvisto, aunque no le costaba imaginar que fuera por la presión que ejercía Vulsa, su madrastra, que al parecer había terminado por dar resultados tras estos años. Y la desaparición de Silianna no ayudaba.
  —Sí, he sido yo. Espero que no te haya molestado…. no creo que haya afectado a tu negocio. —En su cara se dibujó una sonrisa forzada—. Por cierto, hoy ha pasado una de tus amiguitas preguntando por ti. Le dije que estabas ocupado con un par de clientas… no se fue muy contenta.
  Dultas ni siquiera se dignó en contestar. Cuando Derek estaba de mal humor, era mejor dejarle a lo suyo y no provocarle. 




¿Alguna preferencia entre los primos Vermonth? ¿Cuándo volveremos a saber más sobre la joven del bosque? 

Seguid con Ecos del pasado, ¡pronto la continuación!


¡Un saludo desde Lon'thara!